dilluns, 7 de desembre del 2009

Aung San Suu Kyi

¿En qué piensas. Aung San Suu Kyi? ¿Cómo es tu día a día? ¿Sobre qué lees? ¿Sobre qué escribes? ¿Acaso escribes la historia de estos últimos 20 años de encierro domiciliario? Tantas cosas te han ocurrido sin estar tú presente… Primero ganaste las elecciones. Una victoria aplastante que te negaron. Luego enfermó y murió tu marido sin poder hablar con él. Tus dos niños ahora son adultos y apenas te conocen. Recibiste el premio Nóbel de la Paz, aunque no pudiste ir a recogerlo. Hace poco, para tu 65 cumpleaños cientos de miles de personas para ti desconocidos te escribieron palabras de ánimo y de admiración que tú no has podido leer. Cuando miras a través de tu ventana, más allá de los soldados que custodian tu casa, ¿Qué ves? Acaso ves la memoria de tu padre, el general Aung San, que regaló la democracia a tu querido país, Birmania. Tu queridísimo padre que murió, al igual que tu marido, lejos de ti. Acaso piensas en tu adorado pueblo, que te ama y al cual tú amas incondicionalmente. Acaso piensas en tu hijo mayor, hablando en tu nombre en la ceremonia del Nóbel. … La vida ha sido muy cruel contigo, Aung Sab Suu Kyi, Y sin embargo, cada vez que te han permitido hablar lo has hecho sin miedo, hablando de cultura y de resistencia pacífica, de libertad y de paz, de la importancia del individuo por encima del gobierno. Resiste, Aung San Suu Kyi, el mundo te necesita libre.

Una mentira y muchas verdades, o no

Hoy quiero inventar
Una mentira y muchas verdades,

Hoy el sol brilla
Para todos los que pasan frío
Para todos los que se sienten solos

Hoy la luna es más grande que nunca
Para inspirar a los poetas de medio mundo
Para alumbrar a los que buscan
Su camino en la oscuridad

Hoy la hierba es más cómoda
El aire más puro
Los árboles dan cobijo
A los que buscan la paz
En medio de la Naturaleza

Hoy los coches callan
Los pájaros cantan alegres
La gente pasea feliz

Hoy el aire huele a flores
Las mariposas bailan en el cielo
Las nubes son de algodón de azúcar

Hoy quería inventar
Una mentira y muchas verdades
Pero no sé por qué
Hoy me sale todo al revés

dimarts, 1 de desembre del 2009

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO FEROZ

Érase una vez una niña a la que todos llamaban Caperucita Roja, porque siempre llevaba una caperuza de este color. Un día, su madre le dijo:
" Caperucita, tienes que ir a casa de la abuelita que está enferma, y llévale esta cesta de comida. Pero, sobre todo, no te pares en el bosque a hablar con nadie.
- Vale - contestó la niña, obediente"
Cogió la cesta y se fue cantando y brincado hacia la casa de su abuelita.
Pero en medio del bosque se encontró con el Lobo Feroz, quien le dijo:
" Hola, caperucita. ¿Se puede saber donde vas cantando y brincando?
- A casa de mi abuelita, a llevarle esta cesta - contestó la niña, confiada.
- Ya sé donde es, y conozco un atajo. Tienes que ir por este camino y llegarás antes - le informó el Lobo.
- Ah - repuso la niña, desconfiada. - Espera un poco. - Cogió el móvil de su bolsillo y marcó un número. - Mamá, que estoy en el bosque, sí, y un señor me ha dicho que llegaré antes por el camino del norte que por el camino del este... Vale, un beso, mamá, gracias. - Colgó y mientras se giraba hacia el Lobo se volvió a meter el teléfono en el bolsillo. - Que dice mi mamá que no, que aunque es más corto, hay que cruzar el río y se tarda más... pero gracias por la información."
El lobo se sentó sobre una piedra, refunfuñando.
" Pues vaya, ¡ y con el hambre que tengo! ¿Por qué le has dicho a tu mamá que soy un señor, si sabes que soy el Lobo Feroz. Yo había oído que nunca decías mentiras - farfulló el Lobo.
- Y es verdad, tú no eres un lobo, eres un señor - repuso la niña.
- ¡Cómo que un señor! ¿Y mis orejas? ¿Y mis ojos? ¿Y mis dientes?¿Son de humano o de lobo? - preguntó el Lobo, indignado.
- Vale, tienes orejas grandes, pero eso no es malo, seguro que oyes mejor que nadie. Y con esos ojazos seguro que ves más lejos que nadie. Y con esos dientes, seguro que puedes masticar mejor que nadie. Pero yo no soy tonta. Los lobos van sobre cuatro patas, y tú no. Además, ellos sólo aullan. Tú puedes hablar, y razonar, eso te hace humano, y no lobo. Y si fueras feroz ya me habrías comido, que yo no soy nada para un grandullón como tú - argumentó la niña.
- Pues nunca lo había pensado. No te falta razón, los lobos no hablan, ni van sobre dos patas. Está claro que no soy un lobo. Pero eso no me soluciona nada. Llevo días sin comer, y si no como algo, me moriré - repuso el que decía llamarse lobo.
- A ver qué podemos hacer - contestó la niña, mientras volvía a marcar un número en su móvil. - Oye, abuelita, que soy yo, Caperucita... Estoy bien, gracias. Oye, ¿te importa si llevo a un amigo y merendamos los tres juntos?
Vale, pues vamos para allá - y volviéndose hacia el que se hacía llamar Lobo Feroz, le propuso - Qué, ¿te vienes a casa de la abuelita a merendar? Mira. llevo una tarta de castañas y el último juego para la wii de la abuelita.
- Mmmm, huele muy bien - contestó éste, alegre por primera vez en su vida. - Vale, acepto, es la primera vez que alguien me llama amigo."
Y los dos se fueron cantando y brincando hacia la casa. Los tres pasaron una tarde muy agradable, y acordaron que el Lobo se quedaría a cuidar de la abuelita y ésta le daría comida y un techo bajo el que dormir. Y así vivieron todos felices muchos muchos años. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

EL LEVITANTE

Primer contacto
El levitante, de pocos días de edad, está desnudo, con sus pañales, atado con una cuerda al pomo de la puerta del convento, un metro por encima de éste. Una monja lo baja a primera hora. Él se aferra a su pecho, sonriente.

Primera comunión
El levitante va vestido de aviador, con unas gruesas botas con suela de plomo. Recibe la correspondiente oblea. Al probar el vino, no le gusta y lo convierte en calimocho. Cuando nadie le ve, levanta con la mente las falditas de las niñas arrodilladas en la fila de delante.

Ordenación
El levitante está tumbado en cruz a 3 metros por encima del suelo. Desde allí arriba, contempla los escotes de las familiares de las novicias. Clarita sigue su mirada con pómulos enrojecidos.

Llegada
El levitante llega en jeep al poblado Watusi. Le acompaña la hermana Clara. El pueblo los recibe con recelo. Él contempla satisfecho las escasas vestiduras de las indígenas.

Triunfo de la fé
En pocas semanas, el poblado ha pasado a ser un oasis de vegetación en medio de la sabana. Cae un coco maduro y mata al jefe de la tribu que pasaba por allí.

El nuevo jefe.
El levitante es el nuevo jefe de la tribu. Como tal, aparte de difundir la palabra de Dios, difunde su semilla cada noche a una parroquiana diferente. Sor Clara deja el poblado con el jeep.

Primer contacto con el obispo.
El obispo realiza la visita de cortesía agasajado por el levitante, un metro por encima de él. La felicidad y riqueza de los numerosos feligreses no deja de asombrar al obispo, así como el clima, ni frío ni calor, ni húmedo ni seco. Cuando el obispo y el levitante se quedan a solas, éste levanta la falda de su superior y lo viola. En su huida de la choza del levitante, al obispo le cae un coco en la cabeza y lo mata.

El nuevo obispo
Todos, y sobre todo todas en el poblado despiden al levitante que se marcha volando tan sólo con una maleta. En la maleta, un traje de obispo. En el poblado, multitud de bebés mulatos.

Primer contacto con el Papa.
El Papa recibe al nuevo obispo del que tanto le han hablado. Éste, al ver al papa gordo y rollizo, y con falda, lo viola. Mientras el papa huye de la sala de audiencias del Vaticano, misteriosamente le cae un coco en la cabeza y lo mata.

El nuevo Papa
Los obispos en cónclave, aterrados por la fama del levitante, lo eligen Papa en primera votación, mientras éste se divierte pintando grandes miembros a las figuras del techo de la Capilla Sixtina.

Ascensión
Al tercer día de ser Papa, el levitante, aburrido de su nueva vida, asciende al cielo.

Final
Al ver que el levitante no vuelve, los obispos, aliviados, lo proclaman el nuevo Hijo de Dios. La Iglesia gana millones de fieles y de dólares. Los obispos, felices, dan gracias al Señor y a su nuevo Hijo, el Levitante, quien de incógnito vuelve a su poblado Watusi, donde se instala para el resto de su vida.

Personaje en busca de un autor de cuentos

A la atención de los señores alumnos del curso "Còm s'escriu un comte" de la Casa Elizalde

La presente carta es para comunicarles que me encuentro a su disposición para cualquier tipo de cuento o historia que ustedes consideren oportuno.

Adjunto curriculum vitae

Agradecido les saluda atentamente,

Pete Pirripit.

CURRICULUM VITAE

Nombre:
Pete Pirripit Porrompomplom
Dirección:
En un árbol que llega hasta el cielo, en un oasis en el centro del desierto del Sahara.
Edad y fecha de nacimiento y sexo:
Indefinido, viviré siempre que alguien pronuncie mi nombre.

Cualidades para el puesto:
Puedo adoptar cualquier forma de cualquier personaje de cuento, ya sea humano, animal, vegetal o cosa, con o sin diálogos.
Puedo respirar mediante un asombroso artilugio que permite que mi aliento haga crecer vegetación donde nunca la ha habido.

Defectos:
No puedo dejar de llorar, aunque puedo disimularlo.

Experiencia profesional:
He sido el enano llorón de Blancanieves, el león de Narnia, el dragón de la Historia Interminable, además de haber realizado miles de pequeños papeles en cuentos interpretados, leídos y narrados.
Últimamente he trabajado para autores rusos, pero me aburro mucho, sólo me quieren por mis lágrimas.

Titulación:
Poseo el Título de Galán Pendenciero, y Másters de Bruja Malvada, de Doncella Desvalida y de Secundario Cómico.

Disponibilidad:
Absoluta, dentro y fuera del tiempo.

Otros datos de interés:
Si no consiguen colocarme en algún cuento para que los niños sigan pensando en mí, algún día desapareceré. 

La Señora María

" Vamos a ver, Sra. María, - comencé mientras ojeaba su historial médico que ya me sabía de memoria - la semana pasada acabamos... cuando era usted joven e iba a los bailes de Viena, ¿se acuerda usted?
- Sí, los bailes de Viena... - contestó la Sra. María - claro que me acuerdo. Nuestro cochero se pasaba el día preparando el coche y los caballos. Mi madre nos llevaba a mi hermano mayor y a mí a comprarnos ropa para estrenar esa noche, ¿sabe usted? Si nos hubiera visto... ¡Qué vestidos! ¡Qué joyas! - la mirada de la Sra. María brillaba con intensidad.
- ¿Y cuando fue aquello? - pregunté.
- Yo tendría... unos 16 años, y mi hermano Wolfie 18. Pues como le decía, el cochero nos recogía a las 7 en la puerta principal, a mis padres, a mi hermano y a mí, y nos llevaba al Palacio de Invierno. Allí nos recibía el paje, nos conducía a la entrada y anunciaba nuestra llegada. "¡El General Müller, su esposa y sus hijos!" decía bien alto desde la entrada del salón de baile. Mis padres se iban por un lado y mi hermano y yo por el nuestro, junto al resto de jóvenes de la ciudad ¿sabe usted? En un momento llenábamos nuestros respectivos carnets de baile. ¡Ah, si hubiera visto lo guapa que era entonces! Y Wolfie era la imagen misma de la elegancia.
- Hábleme más de su hermano.
- Nos queríamos mucho ¿sabe? Todos decían que en poco tiempo llegaría a capitán de húsares. Aunque nos veíamos poco. Él se pasaba buena parte del año en la academia de oficiales. Montaba a caballo como nadie. Lástima que tuviésemos que acabar comiéndonos los caballos, durante la guerra. - Su mirada se ensombreció. - Así, claro, nos convertimos en caballos, todos trotando por el campo. Yo era la yegua más bonita de todas...
- ¿Quienes iban por el campo? - le pregunté, mirándola fijamente a los ojos. Yo sabía que era la única oportunidad, en esta pequeña linea entre sus recuerdos y su locura. Según los escritos del Dr. Freud, era el lugar de su mente en el cual se encontraba su curación.
- Mi madre y yo, creo, - la anciana se llevó su huesuda mano a la boca, dubitativa - y más gente que ahora no recuerdo.
- ¿Y qué hacían en el campo? - insistí, acercando cada vez más mi cara a la suya.
- Yo... ¡corríamos! eso es, corríamos... Nos seguían unos grandes cuervos que lanzaban huevos de fuego. - Las lágrimas empezaban a resbalar por las grietas de su cara, contraída por el esfuerzo de recordar.
- ¿No serían aviones? ¿Aviones enemigos? - insistí mientras me levantaba por la tensión, sería ahora o nunca. - ¿No corría con su marido y sus tres hijas?
- No... yo... - de pronto cambió a un tono más agudo, más infantil - Lo siento, ya tengo el carnet de baile completo. Además, mi mamá no me deja bailar con desconocidos.
- De acuerdo, María - repuse desolado tras un largo suspiro. Me eché hacia atrás y miré cómo observaba fijamente sus gastadas zapatillas. Sus ojos ya no eran los de una anciana, ni siquiera parecían los de una persona... viva. - Ahora la señorita Elena le acompañará a su cuarto para que duerma un poco, ¿le parece bien?
- Sí, dormiré un poco - musitó mientras asentía con la cabeza"
Mientras la enfermera acompañaba a su cuarto a la Sra. María con una delicadeza infinita, aproveché para salir al patio a fumar un cigarrillo y calmarme. Estaba nevando y la noche era demasiado fría para la bata y la camisa que llevaba. No me importó. Pensé que habían otros lugares más fríos, mucho más fríos en la mente de algunas personas. Del otro lado del horizonte, en la ciudad, se veía el tenue resplandor de otras bombas de otros aviones, que caían sobre otras Señoras María.

diumenge, 23 d’agost del 2009

HAY QUE DEJAR PASAR LOS DÍAS


Hay que dejar pasar los días;

A todos y a cada uno de ellos,

Hay que dejarlos pasar.

Los tristes y los comprometidos

Los de color azafrán y

Los ásperos también.

Los de sabor chocolate y

Los ácidos como un limón

Los especiales y los

Monótonos que rellenan

De significado la expresión

Del día a día.

Hay que dejar pasar los días

Desgranarlos como a una granada

Hora a hora,

Minuto a minuto.

Hay que dejar pasar los días

Para convertirlos en semanas, meses

En años,

en pasados de tristezas y alegrías lejanas.

Hay que dejar pasar los días

Para convertirlos en anécdotas

En blanco y negro y que

La memoria los empañe de

Dulce nostalgia.

Hay que dejar pasar los días,

Todos, muchos

Para poderlos hacer prisioneros,

Para enterrarlos,

Para saber que nos habita

Un profundo olvido,

Para morirnos junto a ellos.

Tengo ochenta años y soy lo que en nuestro pueblo se denomina “una que todavía no ha muerto“, una viuda. Mi difunto marido, Gabriel, fue un buen compañero de viaje, bueno, honesto y trabajador. Nuestro matrimonio fue un acuerdo, cuando yo contaba seis años, ya estaba todo programado y contábamos con la bendición de los astros y el entendimiento de nuestras respectivas familias.

Mi primer ciclo menstrual, a los quince años, dio el disparo de salida para mi nueva vida, nuestra nueva vida...Recuerdo perfectamente el día de mi boda, y hoy, lejos de las presiones y despues de tantos años, puedo decir sin miedo ni remordimientos que no fue un día feliz. Estaba aterrada y a pesar de que Gabriel tenía tan solo veinticinco años, cuando me senté a su lado me dio la sensación de que me estaba casando con un hombre viejo, mayor demasiado mayor.

Aunque nunca conocimos el amor, supimos crear una buena familia, quizá hasta feliz. Tuvimos dos estupendos hijos, ambos barones y sanos, una bendición, mi bendición para esta vida.

Gabriel trabajaba duro y pasaba fuera gran parte del día, volvía a la noche y comía la cena que le esperaba caliente en la mesa. Se daba un baño de aceites y sales aromáticas que también tenía preparado y se dormía. Cuando tenía algún día libre aprovechaba para leer o mirar televisión, así que al fin y al cabo fue muy fácil. No daba explicaciones pero tampoco las pedía, mi misión era cubrir sus necesidades en el momento preciso y su misión fue la de que ni a mí ni a los niños nos faltara de nada, siempre tuvimos un plato en la mesa y un techo para dormir.

Gabriel murió en una mañana de octubre. Eso hizo plantearme la vida de otra manera, al principio tuve pánico pero el hecho de tener dos hijos te hace vivir el dolor de forma diferente uno no puede dejarlo todo para derrumbarse cuando hay que alimentar a dos bocas. El pueblo donde vivíamos no consideraba correcto que una mujer viviera en una casa sola así que tuve que ir a vivir a casa de mi padre otra vez. Pronto decidí irme a vivir con mi hermana.

Su vida no era mejor que mía ni mucho menos, su marido siempre le tuvo un aprecio especial al alcohol y pasaba semanas enteras fuera de su casa. Para intentar disipar un poco toda esa niebla, decidí coger a mis dos hijos y mudarme a la gran ciudad con ella.

La vida en ciudad era también dura pero las tradiciones ya habían perdido mucho poder sobre la gente y yo me sentía libre por primera vez en mi vida. Me encantaba pasear por la calle y no conocer a nadie ser una desconocida entre desconocidos, no sabría como explicarlo. Me sentí capaz de ofrecerles a mis hijos un futuro un poquito más prometedor o al menos no tan impuesto como el mío y el de mí hermana.

Al poco tiempo de vivir allí alquilamos una pequeña casita en las afueras que podía mantener gracias al empleo que conseguí en la lavandería de un hospital. Mis hijos tuvieron la oportunidad de estudiar y se convirtieron en hombres en un abrir y cerrar de ojos. Pronto necesitaron una mujer a su lado. Ellos pudieron decidir casarse por amor o no casarse. Esta libertad me enseño que el amor, a veces, puede equivocarse y hacerte tan infeliz como los acuerdos matrimoniales entre familias y la alineación de los astros.

Mi hijo mayor, se equivoco de amor pero tuvo tres hijas antes de darse cuenta y su libre elección escuchando tan solo los consejos de su corazón, le hicieron el hombre más infeliz que he visto en toda mi vida. Su mirada era vacía y su corazón estaba triste y se dejó consolar por mujeres de comprometida reputación. Eso no hacia más que empeorar las cosas hasta que un buen día llego de trabajar a su casa y su mujer se había ido llevándose consigo a sus tres hijas. Creo que esto no lo ha superado aun, pero algún día encontrará alguna alma gemela tan herida como la suya y los dos se reconocerán y se darán consuelo.

Mi hijo menor, decidió viajar y siempre anda perdido en extraños lugares lejos de aquí. Cuenta historias de tradiciones rocambolescas no se si se lo imagina o realmente hay gente tan diferente a nosotros. Algún día, encontrará también un alma tan inquieta como la suya y los dos cansados de tanto trajín querrán darse descanso y formar una familia.

Mi hermana no soporto su vida y un buen día quiso reunirse con los espíritus y emprendió el viaje más largo de su vida. Con los años los problemas de su casa se incrementaron y su marido le propinaba palizas cada vez más graves. Un día ella tomo suficientes calmantes para no volver a despertar nunca más.

Pero o sola o acompañada, feliz o no la vida aunque parezca mentira, siguió.

Tengo ochenta años, y hoy pienso en todo esto sentada tomando un té, porque, al fin he encontrado a mi alma gemela, a mi verdadero compañero. Tengo ochenta años y hoy voy a casarme y a partir de mañana, mi pasado y el de toda mi familia será el mismo pero yo ya no seré tan solo la que espera a la muerte sino la al fin conoció el amor.

divendres, 24 de juliol del 2009

Ayúdame.

"Ayúdame y tiéndeme la mano, no me dejes de lado...
Ayúdame y regálame tu mano, que me sirva de guía dentro de esta apoplejía que es la vida, que a veces me ciega, me zarandea y me pierde por el interior de una feroz y fría tormenta...
Ayúdame, deja que me aferre a tu mano, una mano que me llena de seguridad, dulzura y tibieza...de mil sensaciones mil veces buenas, mil veces únicas, mil veces serenas...
Ayúdame y deja que me agarre fuerte, que me agarre fuerte de tu mano que siento cómo mi pastor en la desidia, que siento cómo me cuida, cómo no me deja machar por un sendero lleno de engaños, repleto de amargas, sucias y duras mentiras...
Ayúdame...deja que tu mano acaricie la mía... deja que tus manos acaricien las mías, déjame sentir suavidad, ternura y alegría... déjame sentir la mano, las manos de mi amiga."

diumenge, 19 de juliol del 2009

"Desde Aquí..."

"Desde aquí, desde mi vida tranquila y sosegada...desde aquí, desde tan cerca pero tan lejos... desde aquí quiero decirte una vez más lo importante que eres en mi universo, en mi vida cotidiana, en mis momentos especiales, en mi corazón y en mi alma.

Desde aquí, desde un punto y aparte, desde un paréntesis y una ecuación sin fin llena de amor...desde aquí quiero gritarle al mundo lo importante que para mi eres.

Desde aquí... desde un cielo alto y estrellado, desde una selva impenetrable y húmeda, desde una canción extraña, dulce y tierna, desde la locura de la sin razón, desde la lucidez perdida y que no se quiere encontrar... desde la luna más brillante del cosmos impenetrable, misterioso y loable... desde aquí necesito decirte lo mucho que te quiero, lo mucho que te admiro y lo mucho que te respeto.

Desde aquí, desde las notas de mi ritmo salvaje, desde mis caricias más gratificantes, desde mi beso cálido, sensible y entrañable... desde aquí te vuelvo a decir que para mi eres de lo más preponderante.

Desde aquí quisiera contarte mil pequeños secretos, quisiera explicarte dos mil enormes secretos, pero...¿sabes...?. no puedo porque ¡no los tengo!, porque lo conoces todo de mi, de mi sonrisa, de mi risa, de mi fuero eterno y de mi mente proscrita.

Desde aquí, desde mi silla de la desidia, desde mi mundo atrapado en la imaginación, desde mi insensatez tibia, desde una madrugada callada, inerte y serena... desde aquí eres más que mi amiga, eres parte de mi familia, y aunque te cueste entender, aunque creas que no es cierto ni verdad...es así y así será porque para mi la familia es quien me sabe cuidar, quien no me pide ni exige ni espera de mi...la que me deja existir.

Desde aquí te digo que eres mi hermana elegida, buscada... mi hermana de lazos invisibles pero tangibles, mi hermana de abrazos y de sequías, mi hermana de lloros, peleas y de conversaciones eternas por líneas de telefónicas exclusivas.

Desde aquí...desde aquí siempre pienso en ti... siempre estás en mi... ya mi corazón es parte de ti.

Desde aquí te quiero decir que eres mi niña de las estrellas y miro al cielo, te busco y te encuentro...y me duermo tranquilo porque eres mi duermevela, mi vigía, mi faro, mi cuento de hadas y sé que tu mano eternamente... me cuida.

Desde aquí... te quiero amiga mía."

******************************************************



Para mi Lili, siempre tuyo,

genestel

18/07/2009 Terrassa

dimecres, 10 de juny del 2009

EL LOTO AZUL

- ¿Así que este es el Loto Azul? – preguntó el Emperador

- Sí, mi señor – contestó orgulloso el samurai mientras se inclinaba en señal de asentimiento y de respeto. Su escudero, unos metros detrás, realizó el mismo gesto.- lo he rescatado para Su Señoría. Su Señoría prometió hace un año la mano de su hija, la Princesa Blanca, de tan solo trece años y un tercio del imperio a quien recuperara el objeto más valioso del imperio, y aquí lo tiene.

- Así es, guerrero. ¿Y dices que has vencido al Dragón del Mar para rescatar la joya?

- Sí, mi señor- volvió a decir, con la misma inclinación ceremonial por su parte y por la de su escudero

-¿Es esto cierto?- preguntó el Emperador.

Repentinamente, el Demonio Azul apareció junto al trono, envuelto en un espeso humo del mismo color.

- ¡Ja!, eres un mentiroso, guerrero – dijo el demonio -. Tú no me has batido bajo mi forma de Dragón del Mar. Por tu desmesurada ansia de poder, que pasa incluso por intentar engañar a tu Emperador, te condeno a trabajar a mi servicio hasta el fin de los días.

Miró de soslayo al Emperador que le otorgó un gesto de asentimiento y le entregó la preciada flor.

Y en la misma neblina azul que había aparecido, se desvanecieron tanto el demonio como la flor y el samurai.

- Ahora, muchacho… Nihichi ¿verdad? Me vas a contar cómo conseguiste esta joya, sin mentiras. Anda, acércate y siéntate frente a mí.- dijo el Emperador

El joven, de apenas trece años, obedeció aterrado. El Emperador, sin decir nada, cerró los ojos y puso suavemente la mano sobre el hombro del joven.

El Emperador se vio en el cuerpo del muchacho, en plena noche, junto a su amo que roncaba ruidosamente, reclinado sobre el borde de una pequeña barcaza, mirando distraídamente la negror del agua y suspirando por la joven a la que amaba, la propia Princesa Blanca, a quien había visto fugazmente en una ocasión. Su nombre le venía de la blancura de su rostro, un color que, en su caso, no mostraba falta de salud o tristeza, sino muy al contrario, pureza y sabiduría.

De repente brotó del agua un grupo indefinible de pequeñas sardinas, que le dijeron al unísono

- ¿Conoces la medicina de los humanos?

- Algo así, - contestó sorprendido Nihichi - . A veces tengo que curar las heridas de mi amo.

- Suficiente, ven con nosotras, necesitamos tu ayuda.

- Pero, ¿y el Dragón del Mar?

- Es por un delfín, - le dijeron sin escucharle- le ha atacado una horca y se está desangrando en la playa. Necesita la medicina de los mamíferos para salvarse.”

Nihichi, sin pensárselo, agarró su botiquín que consistía en hilo, agujas, varios tipos de vendas y algunas hierbas medicinales, todo ello envuelto en un trozo de lona, y se lanzó al agua. El banco de sardinas, miles de ellas, formaron un tapiz sobre el agua para que Nihichi no la tocara y así alertara al temible dragón marino. Con gran velocidad, el inmenso tapiz de iridescencias blancas y azules contra la luz de la luna lo transportó a la seguridad de la playa.

En cuanto pisó la arena corrió hacia su paciente, el delfín, cuya silueta se veía perfectamente gracias a la luna llena. Al llegar, el animal le dijo, débilmente “necesitarás luz” y de la nada surgieron cientos de luciérnagas que iluminaron las crueles heridas que cubrían su cuerpo. Nihichi se puso de inmediato a coser las heridas más profundas, mientras le susurraba al delfín palabras tranquilizadoras. Seguidamente le colocó unas cataplasmas de barro y hierbas para que éstas cicatrizaran más rápidamente. Permaneció toda la noche junto a su paciente, revisando las cataplasmas, y frotando suavemente su piel con agua de mar para que ésta no se resecara. El cetáceo se iba curando a una velocidad sorprendente, hasta tal punto que al salir el sol ya estaba completamente curado. “Gracias, amigo –dijo -. Y ahora empújame hasta el agua. Nihichi inclinó su cabeza en señal de asentimiento, y empujó al agua al animal, cuyo peso era sorprendentemente ligero. Una vez éste en su medio, le dijo: “monta, te llevaré de vuelta junto a tu amo antes de que éste se despierte”.

Cuando llegaron a la barcaza, , les esperaba otra sorpresa. Las sardinas habían logrado robarle al dragón el Loto Azul, una flor de gran hermosura que brillaba por encima de la luz del alba. “Corre – dijeron las sardinas al unísono – vete de estas aguas antes de que el dragón descubra la desaparición de su más preciado tesoro”. Poco después, la barcaza casi volaba sobre el agua empujada por el delfín, alejándose definitivamente de los dominios del dragón. “¡Adiós, humano pequeño, y suerte!” le dijo el delfín como despedida, muchas millas después.

La mente del Emperador volvió al momento actual.

Éste le sonrió al joven, mirándole fijamente a los ojos.

- Así que ahora no tengo más remedio que entregarte a mi querida hija y un tercio del reino, un emperador no puede faltar nunca a su palabra – le dijo suavemente.”

Nihichi casi se cae de espaldas.

- Pero, mi Señor – replicó éste asombrado -, el demonio se ha vuelto a llevar la joya, y en realidad, fueron las sardinas y no yo quienes recuperaron el Loto Azul

- No estoy hablando ahora de la flor – rió el emperador –. Yo pedía el objeto más valioso del imperio. Y lo he encontrado en la generosidad de tu corazón. ¿Qué mejor regalo puede dar un padre para la boda de su hija? ¿no crees?”

El Emperador estaba mirando por encima del hombro del muchacho, hacia su hija, la Princesa Blanca, que acababa de aparecer de entre las sombras. Nihichi se volvió de un bote, olvidando todo protocolo, y casi se desmaya al ver tan cerca a su amada.

“Así es, padre, tu sabiduría me ha encontrado al mejor marido, ¿me aceptas por esposa, humano pequeño? – le preguntó directamente a Nihichi, con una sonrisa en los labios.

Éste abrió los ojos, grandes como platos, al darse cuenta de que el delfín y su amada eran la misma persona.

“Obedezco a cuanto deseéis, igual que lo haré siempre” respondió el muchacho al mismo tiempo que se inclinaba de cara a la princesa, intentando sin conseguirlo muy bien ocultar la gran felicidad que le embargaba.

Y así, pocas semanas después, Nihichi y la Princesa Blanca se casaron, pero no aceptaron el regalo de la tercera parte del imperio, sino que permanecieron junto al Emperador para hacer relices los últimos años de su vida. A la muerte de éste, Nihichi y la princesa gobernaron muchos años, con sabiduría, justicia, y. sobre todo, con gran generosidad para todo el imperio

dimarts, 9 de juny del 2009

BON ESTIU!!!!!

La Bruixa de la Mediterrània

En un petit país situat en un meravellós racó de la Mediterrània, vivia, no fa gaires anys, una bruixa. Aquesta bruixa no tenia, però, cap dels trets físics que l’imaginari popular els atribueix. Aquesta peculiaritat li permetia viure en societat sense despertar cap mena de recança.

Però, malhauradament, aquesta bruixa no era feliç. No compartia ni les idees, ni la filosofia, ni els sentiments ni les aficions de la resta de la comunitat bruixeril. Greu problema com veurem! Cada vint-i-vuit nits i coincidint amb la lluna plena, la nostra bruixa es reunia amb totes les col•legues del país. Havia d’assistir-hi per disciplina de corporació i també per disciplina hi havia de participar, però, si sentia tan malament en aquells aquelarres de polvores màgiques, d’herbes al•lucinògenes, de pocions transformadores i de pindoles encantades.

A ella, el que li agradava era fer encanteris perquè ella -era una encantadora de paraules! Construir i deconstruir formacions de mots, estudiar-ne el sentit, buscar subtils matisos, embellir-los amb prefixes, buscar-los derivats, fer combinacions, copçar l’efecte que produien en sentir-los en veu alta, escoltar el seu so, trobar sinònims… Allò si que era màgia!
Aquest era el poder que li havia estat conferit, i el que li proporcionava plaer. Però el seu autentic do residia en el fet que podia contegiar aquesta fascinació per les pàraules a la gent del seu entorn.

Aquest estrany poder no era ni ben vist ni ben acceptat per la resta de membres del gremi. Per la qual cosa, i desprès de maquiaveliques maquinacions, la van expulsar de la comunitat. De cop va veure’s obligada a guanyar-se el pa. Només sabia fer una cosa, jugar amb paraules, doncs això va fer!

I es va dedicar a ensenyar. Concretament es va dedicar a ensenyar a estimar les paraules. No és gens fàcil! El món no n’es pas plé de lletraferits, ans al contrari! Són pocs els disposats a dedicar temps i esforç en aquesta activitat, però ella va trobar deixebles interessats i sent bruixa, com encara era, no li va costar gens seduir-los.

I sense imposicions, sense absurdes directrius, sense exigències, amb destresa, amb amabilitat, amb maneres suaus els va induir a expressar-se a través del cor.
Tots els deixebles, embadalits, van deixar fluir la imaginació, els sentiments, les fantasies, les cabòries, les idees, els pensaments més intims, les pors, els desitjos més amagats i els van anar abocant sobre els fulls, i també, i això va ser el més importat, davant els companys.

I així tots es van anar descobrint, es van anar coneixent i…



… I van poder emocionar-se amb els vivencials relats de la Cati, tendres i plens d’humanitat, autentiques pàgines viscudes.
I van riure amb la frescor de l’escriptura divertida, directa i sincera de la Carmen.
I van descubrir una dolça poetessa: l’Isabel, a través dels seus intimistes i musicals relats.
Gairebé no van poder fruir de la Vicky i de la Marta, les viatgeres, que es van escapolir sovint de la tasca setmanal.
De la Rosa, la vident i gracies a les seves vibrants narracions en van percebre un tarannà lucid, observador, encuriosit i vital.
I en l’Imma van intuir a la florista., perquè cuidava les paraules talment com flors. Elaborava preciosos poms, embolcallats de sentiments, de sensacions i de records.
En Joan n’era el mag, el polièdric. Imaginatiu, fantasiòs, traient-se histories del barret, o potser de sota el barret, això si, amb un toc elegant, racional, rigoròs i tanmateix romàntic.
La Marta, la jove del Pallars, els colpejava l’esperit a cada sessiò. Ningù va saber mai si escribia amb estilet o amb ploma. Disseccionava cruament emocions i els les mostrava amb una sensibilitat, una delicadesa i una senzillesa que deixava a l’auditori amb el cor encongit.
Quan llegia L’Àngel tots contenien la respiració. Els seu relats potents, rotunds, explosius, atrevits, però tendres i sensibles reflexaven un món més jove. No és podia demanar més.
Els relats de la Mª Josè tenien una dicotomia molt curiosa. Acaronaven la intimitat, el nucli, el sentiment profund però al mateix temps, estaven expressats d’una manera franca i oberta, sense mascares distorsionadores. Eren relats viscuts, molt intensos.
Un pudor inicial, comprensible, va impedir a la Raquel mostrar la fina sensibilitat que més tard va revelar. En les seves histories, ben construides, aflorava la riquesa interior que captivava l’auditori.
En el Juan Carlos van trobar el narrador intel•ligent, el mestre en l’art de rastrejar i descriure submons, l’esmicolador de situacions i sentiments que oferia tal complexos i bells trencadissos.
I en l’Olga van coneixer l’escriptora. La creadora. La que feia malabars amb idees, paraules, oracions, fantasies i emocions. Disposava les paraules amb la tècnica del calidoscopi, que sigui quina sigui la combinació emprada sempre aconsegueix un conjunt seductor.

L’ex bruixa, la nostra heroïna, podia està satisfeta. Ella no tenia el poder de transmetre el do, però va tenir la habilitat de saber infondre en el cor dels seus deixebles l’amor a les paraules. I aquest sentiment els va fer a tots ells, de ben segur, més feliços.

Gràcies per tot, Pilar! I gràcies a tots.

Maria del Carme Janer
Juny 2009


Nota de l’autora: Tota semblança amb la realitat no és pura coincidència

dilluns, 8 de juny del 2009

El vagabund

Estava ajagut sobre un banc, i una capsa de cartró tapava el seu cos, deixant solament a la vista un embull de cabells enganxats i bruts. Al cantó, tenia un carro dels de supermercat carregat amb les seves i variades pertinences. Es va despertar, per el cop de pilota que va rebre d’un parell de nens que jugaven a la plaça. La pilota al topar amb els cartons els va moure i li va deixar el cap al descobert.

“Em vaig despertar de sobte sense entendre el que passava. Em vaig tranquil•litzar quan vaig veure que era de dia i els causants del meu ensurt eren dos nens que s’acostaven a recollir la pilota que havia quedat sota el banc. No sabia el temps que havia dormit i tampoc recordava a quina hora havia anat a parar en aquell banc. Tenia la boca molt seca, em cremava. Vaig agafar l’ampolla que tenia dins el carro i encara quedava un cul. D’un glop m’el vaig beure i tot seguit em sentí millor. Em vaig asseure i vaig donar una ullada. Havia anat a raure al banc que anava sempre que el temps m’ho permetia. Es trobava en una plaça d’un barri tranquil a la part alta de la ciutat on quasi mai havia tingut problemes.

Quan em vaig asseure, les criatures que venien a recollir la pilota es van aturar de sobte al veure al meu aspecte, doncs, infonia por. Feia molt de temps que no m’havia tallat els cabells i m’arribaven per l’espatlla. Unes cotorres que passaven cridant em van fer aixecar al cap i mirar a dalt. El blau del cel em va ferir l’anima i em va entrar un tremolor a les mans. Per un moment em vaig sentir clarivident, com si ho tornes entendre tot i veure el perquè de totes les coses que havia sofert. Del meu cap sortien unes espirals blaves, que enfilant-se cap a munt anaven atrapant petits globus de diferents colors. Em sentia millor quan agafaven els de color groc. Què era per mi el globus groc?, potser un bon record o un somni d’infant. Qui sap els anys que havien passat de tot allò i si havia succeït. Em veia infant portant un globus groc a la ma, agafant-lo per el fil per evitar que s’aixeques i es perdés en el cel. Sentia una sensació de felicitat que m’omplia, encara que sols va ser un moment. Tal vegada, si que va ser la meva mare que m’el va comprar. Quan i penso tinc el dubte si la vaig matar jo. A quanta gent hi fet desgraciada al llarg de la meva vida. M’agradaria recordar els qui hi fet feliços, ara no se si és que no puc recordar o es que no ni he trobat cap.

Em fico la ma a la butxaca per veure si tinc algun diner, trobo uns cèntims e intento contar-los per veure si em pot arribar per comprar quelcom d’alcohol, em costa molt i ho tinc que repetir-ho varies vegades, fins que em surt. Quant hi davallat a la meva vida. Abans, per la meva feina, les matemàtiques s’em donaven molt bé, ara, gairebé no se comptar. No vull mirar enrera, sento que em fereixo jo mateix, com si em fiques una daga ample i torçada a la panxa i em burxes i remenes amb ella dins meu. Quina angoixa. Necessito beure”.

S’aixeca i empenyent el carro amb les seves pertinences, va per carrers estrets i apartats on troba un portal que diu Bodega. De dins surt una ferum d’alcohol, tabac i brutícia que fereix el nas. El nostre home entra cap a endins.

“El Rupert està darrera del taulell i em mira com sempre amb la seva mirada tova. Li deixo els diners sobre la barra i li dic que em posi un conyac. Mirant els diners em diu una mica mofeta: poca festa fareu amb els diners que porteu. Li dic que em serveixi el que li he demanat, doncs, ell no en té que fer res. El primer conyac del matí sempre em sap a glòria. Quan em baixa per la gola, sento la escalforeta que em va deixant al seu pas. Em reconforta i em fa sentir bé, molt bé per dir-ho amb propietat. Com puc dir aquest mot, sinó soc propietari ni de la meva vida. Abans, si que havia tingut propietats, poques, però les suficients per creure que ja era algú. ¡Enganys, paranys ! això és el que son. Al darrer tots tenim el mateix i per molt que tanquem les mans res ens podem endur.

Ho vaig tenir que vendre o m’ho van prendre, el final és idèntic. Ara no tinc res, em tinc a mi mateix i jo se que aquesta vegada m’en sortiré d’una manera diferent. Per això no em sentor gens malament. Els acabaments totes les coses també es fan malbé i és perden. El pic del hivern, quan les nits son molt fredes i estic aixoplugat dins un caixer d’un banc o sota un pont, amb persones que viuen com jo, potser si que en algun moment agrairia una mica d’escalfor, però no vull satisfer el preu que em farien pagar. Tot us ho volen cobrar i jo no vull abonar res. Prou qui he pagat i hi fet pagar a la meva vida. Em sembla injust que tot a la vida tingui un preu, hi ha coses que havien de ser gratuïtes. Aquest Rupert no em posarà ja res més. Es un desgraciat. Pensa que pot fer amb mi el que vulgui. M’aniré doncs m’han dit que cap al barris bons es trobaven deixalles molt rendibles”.

Surt de la “Bodega” i, empenyent el carro, va pujant carrers fins que arriba al barri, on espera trobar forces deixalles.

“Quina sort he tingut! Es veu que es un barri amb possibles. D’aquest aparell de televisió i d’aquesta catifa em puc treure els dinerons necessaris per solucionar-me la beguda al menys per uns dies. No hi ha com fer-se ric. En aquesta vida el millor que et pot succeir és tenir sort o, encara millor, ser al lloc adequat en el moment precís. Això d’avui és una excepció, doncs quasi mai hi estat on i quan pertocava. El meu instint m’ha traït sempre i estic segur que vaig néixer sense el do de l’oportunitat. Ja m’ho deia el meu mestre, el senyor Heribert, quan repartia el berenar a l’escola i jo arribava sempre tard i moltes vegades em quedava sense. Ell em deia: ves en compte a la vida, com arribes sempre tard, els altres t’ho prendran tot. Quina raó tenia el meu mestre. El que passa es que, quan est jove, no et vols fixar en el que et diuen i quasi sempre hi ha molta sapiència amagada en els consells, que no saps veure. Em sembla que per aquest carrer vivia el meu soci. Si! es aquell portal on hi ha un conserge a la porta. Al final s’ho va quedar tot, el negoci i la meva dona. No li tinc cap rancúnia. Jo prou se del que allí dalt tinc que respondre i em sembla molt per les meves espatlles. Ell que las té més petites i que les ha fet més grosses no se com ho explicarà.

A dalt posant a cadascun en el seu lloc i calen poques explicacions. Qui sap que ens espera. Espero que el Bon Deu comprengui el meu embrutiment i que en el meu cas prevalgui la seva misericòrdia sobre la justícia. No es posem filosòfics, doncs em faré mal bé el dia.

Com li deuen anar els negocis a la mostela del meu soci?. Al final estava perdut i sense adonar-me de la conxorxa que es tenien els dos muntada. Ella em devia d’odiar molt. Suposo que és va equivocar, com tots ens equivoquen al llarg de la vida, però amb la diferencia que els errors no els fem pagar als altres. Jo que no bevia i he acabat alcohòlic perdut. Pensar que abans una copa d’anís em feia mal a l’estómac. Perquè vaig començar a beure?, no ho recordo molt be. Potser la pressió de la feina, la situació a casa i la meva debilitat per afrontar-ho, em vam portar on soc ara. Crec que el ésser humà no coneix el seus límits. Molts tenen la sort de no traspassar-los i no tenen problemes, però ai! del desgraciat que no els veu”.

Se li acosten una parella de joves, que per el que sembla el coneixen de fa temps. Deuen tenir sobre els vint anys. Ell porta unes ulleres metàl•liques que li donen caràcter a la seva cara, ella te el cabell ros i porta una motxilla a l’esquena.

-Bon dia Pere! Que fas avui tan lluny dels teus barris?.
-He vingut a fer bons negocis, com podeu veure per el carregament del meu carro.
Ella li diu; Tu ja saps, que la nostra organització el que vol es ajudar a la gent com tu que, per atzar de la vida, es troba vivint al carrer. Ens agradaria, que un dia vinguessis amb nosaltres per mostrar-te la teva llar, per si un dia et decideixes a anar-hi. Ja saps que no hi ha cap compromís i que pots marxar quan vulguis.
-Ja veig que sou bon minyons i que em voleu ajudar, però jo encara no necessito ajut. No feu cas de les aparences, doncs aquestes enganyen moltes vegades.
-Pere!, quan fa aquests dies de tan fred, no has pensat en que et vindria molt be una dutxa calenta, un bon brou i un llit a cobert per passar aquestes nits gelades de l’hivern, li diu el noi.
-Potser tens raó, però jo encara em veig amb ànims per viure lliure la meva vida. A més les meves normes em diuen que els favors es paguen i jo no puc ni vull pagar res. Quan sigui més gran i estigui malalt aleshores en podem parlar.
-Pensa-hi i si un dia canvies d’opinió ja saps on trobar-nos. Doncs adéu-siau i estem contents que avui hagis tingut un bon dia, li diuen els nois al marxar.

“Em cauen be aquest nois. Es veu que volen ajudar al que ho necessita. A la seva edat jo no anava per els carrers buscant desgraciats. Es clar, que amb el meu aspecte no em sorprèn que vulguin ajudar-me, tinc que fer fàstic i pena a parts iguales. Jo no els hi vull dir que a gran no arribaré. Com els hi puc explicar els meus somnis, i que ho entenguin. En aquest darrers temps sempre tinc el mateix somni; som a la tardor i veig un arbre que te moltes fulles. Al cap d’uns dies, les fulles és van marcint i cauen. M’apropo per veure el que els hi passa i veig uns petits cucs molt lletjos, de color vermellós, que han fet del arbre el seu niu i que l’estan buidant per dins. Al cap d’un temps surten volant i es ficant dins meu per els forats de les orelles, del nas, de la boca i algun fins per els ulls. Em desperto espantat, doncs em dono compte que m’estan buidant”.

Arrossegant el carro, travessa carrers fins que arriba a una deixalleria on li compren la TV. Desprès arriba a una botiga de roba vella i aconsegueix vendrà la catifa. Empenyent el carro es dirigeix cap a” la bodega”

“Aquest Rupert sembla una aranya al mig de la teranyina, esperant que caiguin els indefensos insectes. Es quedarà sorprès quan vegi els diners que he guanyat i li digui: posem tres conyacs que veuràs la festa que faré. No ha dit res, i m’ha mirat sorprès de que encara estigui emprenyat per el to mofeta que ha empleat amb mi aquest matí. Com si un no tingués sentiments ni un cert orgull. D’això, em sorprèn, però encara em queda una mica. Jo em pensava que hauria deixat enrere aquest luxe i veig que es de les poques coses que encara conservo. Avui no m’ha anat del tot malament. No se com he pogut acostumar-me en aquesta vida, jo mateix moltes vegades em penso que estic somiant i que quan em desvetlli tot serà com abans. Al despertar i al adonar-me de la meva realitat, ho accepto sense cap esglai com la cosa més normal del món. El que no voldria es tornar a viure la meva vida anterior. Per un cantó, em sento culpable de haver abandonat les meves coses sense lluitar amb totes les forces, però per l’altre, em sembla haver-me alliberat de tot. També penso que els patiments físics i la soledat d’aquesta vida, m’obren un camí, espero, que en el més enllà. Seria realment fotut, que tot això, no servis per compensar, encara que sigui una mica, totes les disbauxes i malifetes de la meva existència. Veig que aquest vespre no ha vingut el Magí, m’hagués agradat convidar-lo, tanmateix, ell ho fa amb mi moltes vegades quan no em puc pagar una copa. Sembla un home feliç, malgrat no tenir gaire diners. Potser el secret de la vida es tenir el necessari per fruir-la, sense agafar-se a res amb massa força. Se m’en va el cap, qui sap el que ens donà el Rupert en lloc de conyac. No es gaire difícil d’endevinar, mata-rates i del més barat. M’en vaig a dormir, doncs, estic fatigat”.

Agafa el carro i busca el seu banc on s’ajeu tapant-se amb uns cartrons. L’endemà al matí, el escombriaire que el coneix, veu que son les dotze i encara esta ajagut. S’acosta per despertar-lo i al treure els cartrons que el cobreixen, veu una gran quantitat de cucs vermellosos i molt lletjos que estan per tot el seu cos.

Març 2009
Joan Manuel Rius

divendres, 5 de juny del 2009

Desconsuelo

El silencio gravitatorio me abraza y enmudece mis actos en una parada obligatoria para respirar.

Deshuir mi frenética huida y penetrar en las mazmorras de la memoria llena de lagrimas prehistóricas mis efímeros presentes y futuros pasados.

Los silencios de mis relatos prohibidos convertidos en mensajes electrónicos corren hacia mi como aves de rapiña persiguiendo su cadavérico almuerzo.

Alegrías deshauciadas por todos esos sueños rotos debido a una  apisonadora realidad invaden mis esteriles jornadas y atormentan mis bélicas noches rellenándolas de batallas pasadas e insomnios presentes.

Siento el frío del filo de las navajas penetrando en mi alma por cada palabra escrita. Cada una de ellas convertida en recaudador, reclama su parte con su interés por el retraso.

Mi corazón despoja de ropa a mi alma para pagarles hasta su último céntimo.

A mi alma desnuda, ya no le importa taparse con los harapos del tormento y la tristeza y se sienta en una ventana junto al mar.

Y allí, yo y mi desgarrado invierno, pasamos  los días y las noches, esperando a oír, en silencio, los últimos acordes de esa macabra melodía llamada vida.

 

RAQUEL TOLOSA 19/04/09

 

Buscando veinte palabras

En una pequeña playa primaveral y huérfana de multitudes, observo el horizonte buscando mis veinte palabras y mis veinte mil respuestas.

Dejo que la brisa salada acaricie mi piel y la arena juegue a enterrar mis pies descalzos a cada paso que doy. Y así, me propongo a disfrutar del baile melódico de las olas en su eterno vaivén.

Podría pasar, pienso, que cada ola me obsequiara una palabra y me la dejara en la orilla, justo donde están las conchas y  los caracoles de mar.

Si esto sucediera, en una playa una história, en otra un poema dependiendo del mar o quizá de la marea, pero siempre llevando consigo un mensaje embotellado de un marinero a la deriva.

Paso la tarde sentada en la orilla imaginándome novelescas aventuras de piratas y titánicas historias de amor y como por arte de magia vienen hacia mi mis veinte palabras, una a una, granito a granito, cayendo de la primera a la última igual que en un reloj de arena.

 

La persiana

Cuando Claudia colgó el teléfono notó que le sudaban las manos y sentía los latidos de su acelerado corazón en las sienes. Ella, que pasaba por la vida a pies puntillas para que nadie advirtiera su presencia, alzó los brazos dio un brinco y pegó un girto de alegría tan fuerte que se asustó de ella misma. Sintiendose riducula, al momento, obligó a todo su cuerpo a que volviera a su recta y fría semitransparencia. Esta vez, sin embargo era incapaz de borrar esa tímida sonrisa ni apagar el brillo de su nueva mirada.

Por primera vez en mucho tiempo algo bueno, diferente estaba a punto de suceder y Claudia lo sabía. Para ella, esto era como poder tocar el cielo con la puntita de sus dedos y de repente, le entró el vértigo que convirtió toda su alegría en temor. De todas formas,  Claudia  sabía que no había marcha atrás porque en el mismo momento en el que Ernesto le había propuesto el proyecto ella contestó al instante un rotundo y  enérgico sí.

Ernesto era un viejo conocido de Claudia. Bien, conocido según el concepto de ella. Tan solo habían hablado una vez. Fue en la fatídica entrevista en la que buscaban fotógrafos para que realizaran un proyecto sobre las grandes catedrales de Europa. Claudia no era afincionada ni amante de la arquitectura pero tenía una gran pasión y esta era la fotografía. Su mejor amiga le mencionó la vacante y la convenció de que se presentara. Debía entregar un Book con al menos treinta fotografías diferentes, no hacían falta títulos ni estudios ni experiencia solo el Book. Claudia trabajó durante dos meses en la elaboración de este Book; compró hojas de papel reciclado con pétalos de flores, escojio de entre sus cientos de fotografías las treinta que más le gustaban, lo encuaderno y durante todo este tiempo  y sin darse cuenta, fue depositando allí todos sus sueños  y la esperanza de haber encontrado por fin, su camino.

Cuando llegó a la entrevista, en la sala de espera encontró a dos personas más. Una chica joven, más o menos de su edad y un hombre de unos cuarenta y seductores años, este era Ernesto. Aunque Claudia sentía que iba a hacer el rídiculo compartió su book ante la insistencia de los otros dos. Cuando vió el trabajo de Sandra, sintió que el suyo era como el trabajo del cole de un niño de párvulos. Aquella chica llevaba un trabajo de imprenta digital impresionante, además llevaba un curriculum de tres o  cuatro hojas de experiencia y títulos concedidos por las más importantes y caras instituciones, que abalaban su trabajo y competencia.  Pero con lo que realmente quedo fascinada era con el book de Ernesto.  Era indescriptible, cada foto, cada paisaje era un sentimiento. Su book era un collage medio digital y medio manual donde se mezclaban colores, aromas y sabores en un perfecto y osado equilibrio. Segura de no hacer otra cosa que no fuera un gran y sonoro ridículo, decició recoger sus cosas para marcharse, con la excusa de ir al lavabo. Supo que tenía que salir de allí lo antes posible pero justo en el momento de ir a cruzar la puerta de salida una secretaria le cortó el paso diciendo: “ – La señorita Claudia puede pasar”. La sangre se le paralizo y entró en aquel despacho con la derrota del que ya se sabe vencido. Acabada la entrevista y pensado que  su pesadilla iba a acabar, Ernesto se le acerco y le pidió su numero de teléfono. Alegó en su desfachatez que había visto algo especial en las fotografías de Claudia. Ella, desconfiada y herida,   salvó la situación dándole su dirección de correo electrónico. Y nunca nada más.  A las pocas horas le notificaron que no era el perfil de candidata que buscaban. Para Claudia otra condena más, se prometió que jamás iba a volverlo a intentar.

Claudia se sentía de nuevo al borde del abismo. Ernesto le proponía un viaje de unos sieis meses a través de Africa para fotografiar su espíritu de Norte a Sud. Ernesto sería el fotógrafo titular y ella y su objetivo, su segunda mirada. Era un sueño echo realidad. Se sentía diferente, digamos muy feliz.  Aún asi, las lagrimas asomaron en los azulados ojos de Claudia comprendiendo las palabras de Ernesto cuando, acariciando una vieja cicatriz, le dijo:

-Oye me alegro de que no creieras en ti en la entrevista,  ahora tu  estarías por Europa y yo no tendría a quien llamar. Sabía que lo tenía que intentar.

Y es que Claudia había olvidado que cuando subes la persiana, la luz del sol suele entrar.

La Oscuridad...

"...la oscuridad me asfixia, me aprieta y me domina... la oscuridad me desvanece en una noria de sensaciones, en un infinito de emociones, en una locura de caricias, mordiscos y saliva... la oscuridad me abraza y me olvida, me acuna y me mece, me pierde...
...tus manos me atrapan fuerte, me suben y bajan por la mente, mi cuerpo te pertenece, mis labios se entreabren, se humedecen, las lenguas se entrelazan, se separan, se retuercen...

…la oscuridad me esconde, me pervierte, me deja salir sin miedos, sin vergüenzas ni temores… la oscuridad me puede…

…tus besos me estremecen, tus succiones me prometen…me prometen un éxtasis cociente, caliente, infernal, espiritual, fugaz, inconsecuente…eternamente…

… la oscuridad me ha poseído, la oscuridad me ha revivido…prepárate a iniciar una lucha de espadas turgentes, prepárate a viajar al inconsciente, prepárate… para evadirte al placer de los placeres, a sentir mojada tu mente, a cabalgar hasta reventar…a morir en el instante en que las flores florecen y el cielo explota en mil colores de las mil sensaciones que la pasión te ofrece…

… gritos, gemidos, susurros, secretos, sudor, pudor, impudicia, temor, dolor…
… hemos caído, ya…, los dos…

…amanece… la oscuridad se desvanece… y, abrazados, nos volvemos a amar junto al sonido del mar y los cálidos rayos del sol hacen que volvamos a perder la razón…

… te sonrío y…”


genestel

EL SUMO SACERDOTE

" No sabes lo que me pasó anoche. Por fin encontré el origen de aquel zumbido intermitente que había estado escuchando las últimas noches y que no me dejaba dormir. De hecho, dado mi estado de insomnio, me he pasado las noches arriba y abajo arriba y abajo por todo el edificio buscando el origen del sonido. 

 

Anoche por fin dí con el con la puerta, del otro lado de la cual procedía el extraño ruido. Me acerqué sigilosamente, y, cuando me disponía a roer la esquina de ésta, se entreabrió lo justo para que pudiera entrar. Enseguida me impresionó la escena que tenía ante mí. 

Bañado por una levísima luz purpúrea, cuyo origen no supe descubrir, se extendía en un larguísimo pasillo, mucho más largo que la longitud total del edificio. En un silencio absoluto, una larga hilera de humanos cogidos de la mano de dos en dos ocupaba totalmente dicho pasillo. Vistos desde detrás parecían todos iguales. El de la izquierda vestía una larga túnica negra que le cubría de la cabeza a los pies. El de la derecha llevaba otra túnica igual, pero ésta de color totalmente blanco. Al fondo se vislumbraba una puerta abierta, de la que salía una luz blanca que, a pesar de ser intensa, no lograba iluminar ni un metro del pasillo. Del otro lado de esta puerta procedía el misterioso zumbido que te contaba. Con una curiosidad que superaba en aquellos momentos el pavor que sentía, aprovechando la semioscuridad y el hecho de que los humanos nunca se dan cuenta cuando un ratón pasa al lado de ellos, me fui acercando rápidamente a la luz blanca. Las parejas iban entrando en la sala de una en una, aproximadamente cada cinco minutos, pero, cosa que me extraño, ninguna volvía a salir. Aprovechando la entrada de una de estas parejas, me escabullí por el quicio de la puerta y encontré un lugar desde donde mirar sin ser visto, entre la pared y un gran jarrón.

 

La sala era cuadrada, de reducido tamaño. Las paredes estaban tapizadas de muebles y objetos antiguos, cubiertos de una capa de polvo y telarañas de siglos. No había más ventanas o puertas que aquella por la que había entrado y, pese a que había visto pasar al interior a varias parejas, en la habitación sólo estábamos los dos humanos que entraron conmigo y otro humano en el centro de la sala, pero éste no era un humano como los que conocemos. Era viejo, de larga barba blanca, y vestía una especie de camisón blanco, sin ningún tipo de adornos. Tanto su ropaje como su propio cuerpo irradiaban una luz de un blanco intenso, que iluminaba todo el cuarto. Se mantenía erguido, sereno, y con los pies desnudos unos pocos centímetros por encima del suelo. Sus ojos eran negros, pero no negros como los de los humanos, eran totalmente negros, como los nuestros, solo que con una intensidad inquietante si se le miraba fijamente. 

 

Frente a él se situaba la pareja que había entrado conmigo, en posición sumisa. El que vestía de negro dejó caer su túnica, que ocultaba un cuerpo huesudo, blanquecino, avejentado. Parecía un muerto, pero no olía a muerto. De hecho, aunque la vista me indicaba que estaba ahí, el resto de los sentidos me decían que no había nadie. No tenía olor alguno, ni tampoco percibí ningún tipo de respiración, ni tan siquiera el lento palpitar del corazón humano. El humano de la derecha dejó caer a su vez su túnica blanca e inmediatamente desplegó a sus espaldas unas enormes alas, tan blancas como su túnica en el suelo. Su cuerpo era bronceado y atlético, sus cabellos rubios, y su azul mirada, franca e inocente. Tampoco mis sentidos, aparte de la vista, me indicaban que hubiera nadie en su lugar. 

 

El personaje del centro flotó hacia sus invitados, levantó ambas manos sobre la cabeza de cada uno de ellos, cerró los ojos y sus dedos emitieron el leve zumbido que tan bien conocía. Al cabo de un instante que me pareció eterno, retiró las manos y levitó hasta el centro de la sala. El humano alado, de un brusco golpe de sus inmensas alas, emprendió el vuelo y desapareció por una de las paredes con su compañero cogido de la mano, sin desplazar la más mínima mota de polvo ni la más fina telaraña. Al instante entró la siguiente pareja, repitiendo el mismo ritual, solo que esta vez desaparecieron por el techo. Y así durante toda la noche, las parejas fueron desapareciendo, unas por las paredes, otras por el techo o el suelo. 

 

Cuando se fue la última pareja, el humano de ojos negros se desvaneció en la nada, tras lo cual la sala y el pasillo, únicos elementos de aquel extraño apartamento, quedaron sumidos en la más absoluta oscuridad. Sin salir de mi asombro, pero con una extraña paz interior, volví sobre mis pasos y cerré suavemente la puerta, con la sensación de haber sido testigo de haber sido testigo de algo importante, y a la vez demasiado privado y secreto. Sólo sé que algún día me gustaría encontrarme cara a cara con el hombre de los ojos negros, y que un ser alado me llevara de la mano no sé donde, supongo que al lugar que me corresponda en el mundo de después de la muerte. "

dijous, 4 de juny del 2009

Big Boy.

"Se sentó en la orilla del mar. Hacía rato que andaba descalzo por la playa y agradeció que el agua espumosa y revoltosa le mojasen los pies. Miraba más allá del horizonte, miraba con la mirada perdida y con la cara humedecida. Sucia y humedecida.
Sucia por secarse las lágrimas con las manos, humedecida por llorar sin poder parar, sin poder contener esa angustia que le apretaba la garganta y que lograba que su voz se ahogara.
No había aguantado mucho allí, de pie, escondido tras las gafas de sol siendo observado, siendo señalado,… siendo escudado por varios de sus amigos. Nadie se le pudo acercar, ni para bien ni para mal, pues rápido alguno les cortaba el paso con cara de guerrero espartano.
Cuando notó que la lava le escocía por dentro...simplemente se fue. Caminó. Andó. Se alejó. Hasta llegar al mar... y allí se hundió.
Sentado en la orilla del mar, escondió la cara entre las manos y volvió a llorar torrentes salvajes e indomables, volvió a llorar con fuerza, con descontrol, con locura, sin firmeza, desesperado, atormentado, aterrado, tiritando, mojado, decepcionado...a solas, sin nadie, tan sólo con el aire.
Se dio la vuelta y quedó tendido con la arena arañando sus labios, entrando en la boca, con sus ojos ya arenosos...y siguió llorando...

Buscaron, corrieron, preguntaron...todos estaban asustados. Él se había ido corriendo, gritando, gesticulando y nadie había reaccionado. Ahora le buscaban sin descanso, con rostros muy afectados, con miedo en sus cuerpos porque sabían que él estaba en extremo angustiado…
Alguien gritó y rápidos se acercaron… Tendido en la orilla, empujado por las olas, sus hombros se estaban agitando de forma fuerte y brutal y un gemido tronaba en su garganta…
Ninguno se movió. Ella se tapó la cara y su compañero apretó la mandíbula tanto que sentía que la iba a romper en millones de pedazo. Los demás quietos, inmóviles, parados.
De golpe, de un salto fueron a abrazarlo, a cogerle fuerte, a llevarlo a casa para sumirlo en un sueño que necesitaba, un sueño de descanso.
La escayola del brazo estaba destrozada, pero ahora no importaba. Ella le acariciaba las mejillas, amoratadas, arañadas, agrietadas…los labios cerrados, con pequeñas heridas… hace unos días atrás todos juntos cenando y ahora…

Salieron riendo, lo habían pasado genial cenando. Besos, abrazos, miradas genuinas,… y se fueron por su lado. Ellos montaron en el coche bromeando, risueños, felices y contentos. Música romántica en la radio, una de sus canciones preferidas que decía “…big boys never cry (los grandes chicos nunca deben llorar)…”, tarareaban juntos, él le pasó las mano por el cabello…las luces, los gritos, los chirridos de los frenos en seco, golpes, sacudidas, olor a gasolina…silencio…dolor… ¡cuánto dolor sentía él por dentro…!...la música seguía sonando…

En el hospital, poco después de despertar le comunicaron que había muerto, que su compañero había muerto en el acto…se había marchado, sin sufrir, apenas sin sentir…
…dolor… ¡cuánto dolor sentía él por fuera y por dentro…!... ¡cuánto…!

Y el amor se había convertido en dolor…

Los grandes chicos nunca deben llorar y, entonces… ¿qué…?

Despertó y ellos seguían allí, allí con él, a su lado… a su lado…”.


genestel

dimecres, 3 de juny del 2009

Viatge al mercat d’una llimona

Aquell matí com molts altres matins d’aquella primavera, estàvem tot just acabades de despertar, quan vàrem començar sentir xisclar les nostres companyes, i entre els xiscles sentíem que cridaven: se’ns emportant! ajudeu-nos!

Per entre els arbres vàrem veure que s’acostaven uns homenots amb uns grans cistells i estisores, que s’enfilaven dalt d’una escala i anaven tallant les nostres amigues dels arbres veïns i les deixaven caure en un gran cove. A nosaltres també en’s va arribar el torn i vàrem anar al cove. Després d’aquest trasbals em vaig desmaià, i quan vaig retornar estava en un gran magatzem, on unes dones ens posaven en unes capses diferents, segons la nostre dimensió.

Desprès vàrem restar fresques i a fosques uns quants dies, i que vàrem aprofitar per conèixer i relacionar-nos amb les nostres companyes. Algunes eren de família, o sigui del mateix arbre per la qual cosa ja ens coneixíem, altres eren d’arbres més llunyans i fins i tot d’altres indrets.

Un matí ens van pujar a totes en un camió, i després d’un parell d’hores de viatge vàrem arribar a una ciutat amb molts carrers i cases. Ens van portar a un gran magatzem, on van apilar les capses en les que viatjàvem. Aquell magatzem era un desori. Mai havia vist tants companys vegetals de formes i colors tan diferents. Jo, per la proximitat, coneixia a les pomes i alguna que altre pera llimonera, però el que vaig veure allí era més del que podia imaginar. Tots teníem en comú que havíem estat arrabassats a la força dels nostres llocs, i no sabíem quin seria el nostre destí.

Havien: apis, patates, cols, bròquils, escaroles, enciams, espinacs, pomes, figues, albergínies, cireres, pastanagues, raïm, taronges, peres, pebrots, plàtans, prunes, préssecs, síndries, melons, tomàquets, alls, alvocats, kiwis, pinyes, cogombres, maduixes i altres llimones com nosaltres.

Era sorprenent la quantitat de companys vegetals que vaig arribar a conèixer, durant el poc temps que vaig restar en aquell magatzem. Per el que vaig sentir venien de tots el racons del mon. Hi havien de Múrcia, Andalusia, València, Lleida, Girona, Extremadura, Brasil, França, Holanda, Alemanya, Marroc, Nova Zelanda, Turquia, Estats Units i d’altres llocs que ja no me’n recordo. Alguns es donàvem molt d’aires. Anaven tant tibats que no s’ els hi podia ficar ni un pinyó per el cul.

Un bròquil, que era el que portava més temps al magatzem, ens va dir que allò era com un centre o gran mercat on venien els homes a comprar i se’n s’enduien a altres mercats. I, efectivament, no portàvem molta estona quan dos homes amb una llibreta s’acostaren a les capses emmagatzemades i un d’ells li va dir a l’altre:

a quin preu? I sense donar temps al altre a respondre, tot seguit va dir;

-Aquesta capsa de llimones me la quedo, afegeix-la a la comanda.

Així anava triant altres companys de cognoms diferents d’entre tots els que allí estàvem.

Després l’ home que ens havia escollit ens va ficar a una furgoneta i vàrem sortir del magatzem. Començava a clarejar i les primeres llums del sol il•luminaven els carrers de la ciutat. Vam arribar a un gran local amb sostres molt alts i columnes de ferro on, a la entrada, havia un rètol que deia ”Mercat Municipal”

Allò era una gatzara, molta llum, gent i cridòria. Estava ple de passadissos que creuaven tot el mercat, i al costat d’aquests, ple de parades on venien tota classe de vegetals, pollastres, conills vedelles, porcs i altres coses que jo mai havia vist, i ni sabia que existissin. Em va agradar molt conèixer els peixos. Havien llenguados, sardines, pops, tonyines, besucs, salmons, verats, sorells, molls, truites i neros. També vaig conèixer els crustacis: escamarlans, gambes, musclos, cloïsses, petxines, llagostes i ostres. Fins i tot vaig veure que venien insectes de no se quins països. Com si els insectes fossin bons, vinguin do’n vinguin. Per mi era un mon nou, estava impressionada i al mateix temps una mica espantada.

Vam arribar a la parada que suposo era del home que ens portava. Allí unes dones joves i maques, vestides totes de blanc amb davantals verds, i molt arreglades i maquillades, com si anessin a un ball, van dir-nos que eren les dependentes. Ens van treure de les capses i van col•locar-nos amb molta cura en unes lleixes. També van exposar molts dels companys que havia conegut darrerament.

Allí em vaig sentir important per primera vegada a la meva vida. Sota unes fortes llums, la meva pell lluent i una mica rugosa donava una imatge resplendent. Sempre he tingut un bon color, però allí el meu groc habitual semblava que s’havia transmutat amb or. Jo estava molt contenta.

Passaven moltes dones i homes que s’aturaven i ens miraven, alguna d’ella fins allargava la ma per tocar-nos. Les dependentes eren molt amables, a tothom li deien ; carinyo, princesa, reina, preciositat, maca i altres coses igual de boniques, que eren per entendrí fins el més malvat.

Aquesta alegria que experimentava va quedar una mica esmortida, quan a la parada del costat vaig veure uns pollastres morts, penjats per el coll. Això em va fer reflexionar, doncs no em casava tanta dolcesa i amabilitat, amb la visió dels pobres pollastres penjats.

De totes maneres jo anava embalada, tenia molt d’èxit i moltes persones s’ interessaven per mi. Finalment una dona de cabells blancs i de rostre afable em va prendre i va ficar-me en una bossa. Jo mentrestant sentia que aquella bona dona li preguntava a una de les dependents: serà bona per fer suc? La dependenta tot seguit li va dir, que érem d’un tipus que acostumàvem a ser molt sucoses.

Al arribar a la casa de la dona, em va treure de la bossa i va posar-me amb un fruiter on hi vaig trobar un altre companya. Aquesta estava tremolant i molt trista. Li vaig preguntar que li passava i em va dir que ella era l’única que quedava de les llimones que un dia arribaren juntes al fruiter, doncs, aquella dona que em semblava bona i afable, cada matí amb un ganivet seccionava una llimona i la ficava en una maquina que feia molt soroll i de la que sortia convertida en suc.

No vaig dormir aquella nit ensumant que s’acostava el fi de la meva existència i vaig dedicar a escriure aquest relat de la meva vida, per que servis d’ exemple i avis a les altres llimones sobre els enganys dels humans.

Va arribar el matí, i la dona es va atansar al fruiter i mirant-me dolçament m’agafa, i posant-me sobre el marbre de la cuina em va clavar una ganivetada que em partir en dos. Un immens dolor amb va sacsejar i recorre tot el meu cos, des de la meva bonica pell fins a la polpa. Gairebé sense adonar-me, va ficar-me dins una terrible maquina, que em va treure tot el suc i mai millor dit, acabant amb la meva cítrica existència.

Joan Manuel Rius

Novembre 2008

Mira a través de mis ojos...

Ayer, al atardecer, con un frío de mil demonios, estaba con mi pareja esperando el tren.Charlábamos, hablábamos, nos reíamos...nos mirábamos intensa y fugazmente, jugando con pequeños roces de la mano, de esos que te saben a miel y de los cuales nadie sabe...Llegó el tren, nos sentamos y como es nuestra costumbre, empezamos a fijarnos en la gente, en su trajín, en su ir y venir...imaginando cómo serían sus vidas, sus problemas, sus alegrías...y sólo con mirarnos, nos entendíamos...
Casi al final del trayecto, creo recordar que faltaban como unas tres o cuatro paradas, se sentó una chica delante nuestro, con aire decidido y con una hermosa sonrisa.No pude quitar mi mirada de ella.Observé cada movimiento, cada gesto...y noté como, apenas sin darme cuenta, mis labios dibujaban una dulce sonrisa.
No hizo nada extraño.Nada hizo que me llamase la atención tanto como para no poder dejar de observar...Se sentó, no sin antes mirarnos y sonreír.Colocó bien su abrigo sobre las piernas.Abrió su mochila de color verde "Lacoste", desgastada por un uso diario, creo intuir que era una de esas mochilas fetiche, es decir de esas cosas que siempre llevamos porque las amamos hasta ni se sabe dónde...Abrió la cremallera de esta y sacó un libro del "Barco De Vapor", no pude ver bien el título..., y comenzó a leer.Despacio resiguiendo las palabras, acariciando cada palabra impresa con el dedo, fijandose en cada en cada punto, en cada coma...Toqué con suavidad el brazo de mi compañero, y me indicó con un leve gesto de cabeza que se había dado cuenta de todo.La chica no leyó más de página y media porque los altavoces avisaban de la proximidad de la estación, la de final de viaje.Todo el mundo empezó un loco ajetreo:ponerse en pie, periódicos, bolsas, empujones, disculpen, oh no pasa nada...y la chica, con tranquilidad, volvió a coger su mochila, guardó su libro dentro de la mochila verde, no sin tener unos cuantos problemas, se puso el abrigo sentada, con cuidado de no molestar y, mientras esperaba a que entrasemos en la estación, sacó de un bolsillito una barra de cacao, claro que antes miró su móvil último modelo por si tenía algún sms, y se dejó unos labios bien brillantes.
Llegamos al destino, y ya nuestras vidas volvíeron a separarse para siempre, supongo.Y yo, sonriendo.
Sonriendo por la sencillez, por el saber estar, por el saber hacer de la chica.Por su independencia, por su autonomía, por su valentía, por su vivir la vida.
Porque su Síndrome de Down no ha sido un muro en su vida.Y sobre todo...por su hermosa sonrisa.


genestel 03/06/2009

EL ÚLTIMO COMBATE

 

¡Te acaba de romper la ceja izquierda! Nunca debiste aceptar este combate. Otro en lo riñones.  Qué rápido es. Suena la campana.  Menos mal. ¿Dónde han puesto tu rincón? Eso es. Por fin. Necesitas aire. No tienes entrenador, demasiado caro. Tan sólo el médico que te está cosiendo la herida de la ceja, aunque tú ya no sientes ni la aguja. Dentro de poco, se te hinchará el ojo y ya no podrás ver por él. Oyes ruidos indefinibles por debajo del zumbido en tus oídos.  Este chaval te está haciendo puré los sesos. El médico te limpia la sangre. Notas que apestas a sudor y sangre, aunque ya apenas puedes distinguir qué es qué. Levantas la cabeza y ensanchas el pecho para intentar recibir un poco más de oxígeno. Sólo ves el foco del techo, que hace más insoportable el cargado ambiente del gimnasio. Y al fondo, muy al fondo, tu oponente, ni te acuerdas de su nombre. Pero es bueno, mejor que tú. Claro, tiene veintitrés años  menos, ¿qué querías? Pero tú también tienes que comer, ¿no? Y no sabes hacer otra cosa. Intentas beber agua, pero tienes la garganta hinchada. La escupes hacia un lado acompañada de una buena cantidad de sangre. Ves al público en sus sillas plegables de madera. A pesar de ser el primer combate de la velada, el gimnasio está bastante lleno. Añaden al ambiente general olores de cigarros y cerveza barata. Y se lo están pasando en grande, riéndose y saboreando el sangriento espectáculo. A todo el mundo le gusta ver como un joven machaca a un viejo. Y si es por tres dólares la velada, mejor que mejor. Más atrás vislumbras las paredes, grasientas por los años de sudor y de humo. Por encima, los también grasientos ventanales apenas dejan pasar los restos de la luz del día. Antes nunca peleabas de día. Respira. Aprovecha el tiempo y respira. El ojo dañado ya se te ha cerrado del todo por la hinchazón, mal asunto. Entre el barullo del público y el zumbido en la cabeza, apenas oyes la campana. Demasiado pronto. Apenas te levantas el joven se te echa encima con una lluvia de golpes. Qué rápido es. Has aguantado en pie la primera embestida, eso está bien, pero apenas has logrado rozarlo con tus puños. Ves en sus ojos que sabe que ha ganado, tan sólo es cuestión de tiempo. Ahora selecciona mejor sus golpes. Te machaca todo el costado izquierdo con un puño que ni siquiera puedes ver. Lo que sí ves es cómo se mezcla su sudor con tu sangre en su pecho y sus brazos. Céntrate. Sin saber cómo, estás contra las cuerdas, no puedes retroceder y no te quedan fuerzas para avanzar. Intentas abrazarte a él, pero se te escabulle sin problemas. Mientras, te machaca los riñones para que no puedas coger aire. De repente, te tiemblan las rodillas. Bajas la guardia y recibes un gancho en plena mandíbula. Notas una explosión de luz, y poco a poco todo se vuelve silencioso y oscuro como el infierno.

 

Te despiertas. Ha pasado un tiempo, pero no sabrías calcular cuanto. Sientes tanto dolor que eres incapaz de detectar de qué parte de tu entumecido cuerpo viene. Estás tumbado sobre una fría mesa metálica. Notas el fuerte olor a linimento, jabón y sudor. Estás en el vestuario. Notas voces a tu alrededor, pero las tapa el zumbido en los oídos. Abres los ojos, sólo se te abre el derecho. Ves la desnuda bombilla del techo que vierte una neblinosa luz amarillenta sobre el cuartucho. A tu alrededor, los siguientes boxeadores se preparan para salir al ring. Ninguno te mira, sólo el médico que te habla pero a quién no oyes. Has visto su gesto antes, no sabes cuantos dedos te está enseñando, ni siquiera los ves. Notas un pinchazo en el brazo mientras entran los camilleros. El dolor se va diluyendo, pronto estarás dormido. Qué bien. Cuarenta y tres años, demasiado viejo. Pero necesitas comer, y no sabes hacer nada más. Tus sentidos se van apagando mientras te llevan en la camilla. Y tu cabeza te repite, ya casi en sueños: es tu último combate, que te dará para comer el próximo mes. ¿Y después? Mejor no te vuelvas a despertar más, porque si lo haces, entonces sí que el mundo se te va a presentar jodido de verdad.

JUAN CARLOS 29/V/2009


divendres, 29 de maig del 2009

El Llagut

Era una tarda de mitjans del mes d’abril i una embarcació solcava la mar. Era un llagut amb una vela llatina, tripulat per tres homes. El vent era fluix, això, feia que la navegació fos lenta. Canviaven sovint el rumb per aprofitar el poc vent que bufava. La costa era un continuat de penya-segats. Els pins arribaven fins a tocar el mar i de tant en quant petites cales mostraven púdicament el daurat de la sorra.

El que portava el timó era un home d’uns quaranta anys, amb la pell arrugada i ennegrida per el sol. Anava descalç i portava a la faixa una grossa navalla. Els altres dos eren més joves i estaven asseguts a popa. Un d’ells guaitava la costa tota l’estona com si esperes algú o busqués una senyal. Els dos joves parlaven entre ells;

Amb el vent que fa arribaren massa tard, això, complicarà molt la feina.

Tu Miquel sempre tan optimista, jo espero poder solucionar-ho aquest vespre i no tenir que esperar un altre dia. A mi no m’agrada anar per aquestes contrades que no coneixem gaire.

Aleshores, el home més gran que portava la canya va dir: ¡ Barrat ! deixat de donar la teva opinió i fitxat be, doncs, crec que estem molt a prop del lloc que cerquem. A més, aquest núvols que venen per llevant em diuen que de qui poc temps tindrem una bona ruixada, tot això, sinó s’aixeca abans un bon vent.

En Miquel dirigint-se al home que havia parlat li diu: Faneca tu ens has embolicat en aquesta expedició, no es que no els hi tingui ganes, doncs, son uns malparits com es veu amb la destrossa de les xarxes que es van fer, però, em semblà em fem un gra massa. Potser, hauria estat millor fotre’ls un munt de bufetades el dia que ens els trobéssim de cara.

La tarda anava caient i el sol li faltava poc per desaparèixer darrera de les muntanyes de la costa. De sobte el Barrat cridant digué: Veig unes nanses calades que estan davant de la Cala del Fadrí.

Crec que aquí tenen el seu cau aquest brètols, els Marron, va dir el Faneca. Baixeu la vela i preneu els rems, ja que vull esperar que es faci més fosc per acostar-me, no sigui que ens vegin des de terra.

Van començar a pujar les nanses i buidant-les del seu contingut. Quantitat de congres, llagostes i pops sortien d’elles. El Faneca estava content mentre els hi deia els altres. Al menys porten dos dies calades. Traurem uns bon diners i ens refarem una mica del danys que ens van fer aquest malvats. Quan ho vegin els Marron es posaran contents.

Ja era fosc i al fons de la cala es veien tres barraques, d’una d’elles sortia una petita llum. En Barrat dirigint-se als altres dos va dir: podien acostar-nos a donar una ullada doncs no veig la barca dels Marron.

En Miquel li contesta; ja tenim el que hem vingut a buscar, marxem i tornem cap a casa, val més no complicar-se la vida. En Faneca va fer costat al Barrat i amb l’ajut dels rems van anar cap a la platja.

Baixaren; el Faneca va agafar la navalla i els altres portaven una fitora cadascun. De la barraca amb llum sortien veus de dones i infants. Devien ser les dones i fills. Mirant per la finestra van veure que els Marron no hi eren.. De sobte d’una de les barraques que estava a fosques, van sentir sanglotar sorollosament. Era el plor d’una dona.

Aleshores, el Barrat va intentar obrir la porta i va veure que estava travada per fora amb una fusta, que impedia obrir-la des de dins. Va treure la fusta i va empènyer la porta que va cruixi al obrir-se. Una dona jove, plena de cops i morats mirava esparverada qui entrava per la porta. Al veure al Barrat, dels seus ulls va desapareixen la por, mentre dirigint-se al nouvingut li deia que la salves del monstre del seu marit, que la tenia cruixida a bastonades i sotmesa a tota mena de brutalitats.

El Barrat no esperava trobar-se aquell quadre, per el que va quedar com encantat davant la dona. Ella, amb les mans s’arrapava al seu braç, mentre li deia que la salves. En Faneca que havia entrat darrera el Barrat també ho havia vist. Tot d’una li va dir agafa-la i partim ràpidament.

Al anar cap a la barca un cop de roc va tocar l’esquena d’en Miquel, mentre una dona vella cridava que els matarien fossin qui fossin, quan tornes el seu marit i els seus fills.

La dona d’una revolada va pujar al llagut, mullant-se les faldilles que li arribaven fins els peus, mentre tirava del Barrat per que puges a la barca. Li deia que no s’atures.

Van començar a remar allunyant-se de la platja , mentre la cridòria es feia més forta i els cops de roc al caure al aigua a prop de la barca els esquitxaven. Al cap d’una estona, no es veia més que la foscor de la mar. Tots estaven en silenci. En Faneca dirigint-se els altres dos va dir: aixequeu les veles doncs un lleuger vent de llevant ha començat a bufar. El llagut al rebre el primer cop del vent a les veles es va ajeure i desprès redreçant-se, va començar a navegar ràpidament capficant la proa dins cada onada.

Tot havia anat amb tanta celeritat que no havien parlat. Ara mirant a la dona que portaven a bord en Faneca els hi va dir en els altres; em sembla que ens em buscat un bon problema. No teníem que embolicar-nos en aquest assumpte, tanmateix, no es cosa nostra, per llàstima que faci aquesta noia. Ella s’el mirava amb el cap cot i no deia res, mentre una de les seves mans s’agafava amb força al braç d’en Barrat.

En Barrat li va contestar que ara que ja hi estàvem ficats, era de més plànyer-se, doncs, lo fet, fet estava, i no semblava que fos tan dolent haver tret aquesta desgraciada del lloc on l’havien tancada. Aleshores en Barrat dirigint-se a la dona li va preguntar; ¿com et dius i que feies allà tancada?. Ella aixecant el cap i mirant en Faneca li va dir; el meu nom és Estel i soc filla d’uns pescadors molt pobres del sud, que els hi diuen els Girbats. Quan jo era molt jove el meu pare amb va vendre als Marron. Mai em van tractar bé, però el pitjor va ser quan el fill petit es va encapritxar de mi i em va fer seva. Es va fer una barraca al costat de la del seu pare i allí hi passat prop de deu anys. Varem tenir dos fills que malauradament van morir al poc temps de néixer. Desprès, les gelosies malaltisses, que el feien sospitar de tothom, fins no deixar-me anar al poble, van fer que la vida es convertís en un infern. Més endavant, van començar les pallisses i els abusos, fins que em va tancar a la barraca no deixant-me sortir mentre ell no hi era. Per això, el que els hi demano és que em deixin el més lluny que puguin, doncs, no vull que el meu marit et trobi mai més. Abans que això pugui succeir em llançaré al mar, tanmateix, prefereixo la mort.

Tots van escoltar el que deia en molta atenció. Al final era ja molt difícil entendre-la , per el soroll que feia el vent, que estava bufant fort i no deixava escoltar bé. En Faneca veient que el vent augmentava va dir en Miquel que treies una vela, mentre li deia que faria cap a la Cala del Mort, que estava al voltar, on arrecerats podien atracar el llagut i baixar a terra. Allí havia una barraca on podien passar la nit.

Va costar molt poder encarar el llagut a la Cala, per les fortes onades que el movien d’un cantó a un altre com si fos una baldufa, malgrat això, ho van aconseguir. Amb l’ajut d’unes fustes que la mar havia llençat, van poder mig treure el llagut a la sorra, mentre el fixaven amb uns cordes en els arbres més pròxims. En Faneca va ficar en uns cistells unes llagostes i una botella de vi, i va començar a caminar cap a la barraca . Aquesta és trobava al fons de la cala. L’entrada era alta i el dins era el bastant espaiós per el sejorn de varies persones. Al mig és veien restes d’una foguera i en un costat un munto de llenya seca deixada per algun pescador previsor.

En Miquel va encendre el foc i van posar les llagostes a les brases. Varen sopar i desprès es van ajeure a la vora del foc on es van adormir. La Estel no es separava del Barrat. L’endemà al matí quan es van llevar, L’Estel ja estava asseguda en un pedra esperant que els homes despertessin. El primer em fer-ho va ser el Barrat, que veien a L’Estel aixecada es va asseure al seu costat. Al mirar-la a la llum del dia es va donar compte que era una dona molt maca, malgrat alguns blaus que li marcaven el rostre.

¿Com et trobes avui? espero se t’hagi passat la por d’ahir?. Els ulls del Barrat semblaven sorpresos per el que veien, mentre seguia parlant amb la dona.

L’Estel s’el mirà amb atenció, com si quelcom li crides l’atenció, i li va dir; avui em trobo més bé. Però encara tinc molta por, de que em torneu amb el fill d’en Marron.

En Barrat aixecant-se li va dir; ¡dona! no pateixis, tanmateix, trobarem una solució per que no tinguis que tornar amb aquells canalles. Amb nosaltres estàs segura. Jo mai em perdonaria desprès de haver-te conegut, tornar a deixar-te en mans d’aquells.... Ella li va respondre; jo sempre us estaré agraïda per haver-me lliurat d’aquella presó.

En Faneca que s’havia llevat i escoltat les darreres paraules del Barrat li va dir: Eh! eixerit!, com ho penses fer, doncs jo no se encara com podem fer-ho. En Miquel que tornava de veure com estava el llagut va dir a tots; el vent es molt fluix i els núvols sembla que volen escampar. Potser es hora de partir, doncs estic segur que la meva dona ja a donat l’alarma i ens sortiran a buscar si no arriben prest. Ja se que en Barrat i en Faneca, al estar fadrins, no tenen aquest problema, i a més com la mare d’en Barrat mai sap on para tampoc s’estranyarà si avui no va per casa.

En Faneca va dir dirigint-se a tots; En Miquel te raó, per el que el més assenyat és aprofitar aquesta millora en el temps i tornar abans de que es torni a complicar.

Així que embarcaren tots en el llagut i amb la ajut del rem al començament i desprès amb les veles van sortir de la cala. En Barrat al cap d’una estona de navegar li va dir en el Faneca; en sembla que ja tinc la solució on deixar la dona. Ja que no podem arribar amb ella al poble, tanmateix, al cap d’unes hores ho sabrien els Marron. Hi pensat que a mig hora del poble es troba la cala de la Mola i, des de allí enfilant-se per la muntanya hi ha una cove, que coneix poca gent i que pot servir d’amagatall per estar-hi un temps. Jo cada dia li portaré menjar i el que li calgui, fins que les coses es calmin i pugui marxar on vulgui.

En Faneca dirigint-se en Barrat li digué; ha estat una bona pensada, pot ser un bon lloc. Encara que no l’utilitzes el cap gaire sovint, a vegades, fins i tot tens bones pensades.

En Miquel, tot rient, veient que el Barrat no es prenia gaire bé les ultimes paraules d’en Faneca va afegir; Ja saps com es en Faneca, sempre te que dir l’última sinó no quedar mai content

En Barrat mirant a l’Estel i dirigint-se als seus companys va dir: potser que li preguntem a ella si li sembla bé la solució que li proposem. Ella, que havia seguit la conversa, quasi sense deixar-lo acabar de parlar respongué; tot serà més bo que el que deixo enrere.

Van navegar prop de dues hores, fins que arribaren a la Cala de la Mola. S’acostaren a la platja i en Barrat va agafar a braços a l’Estel perquè no es mulles i la va deixar a la sorra. El sentir el cos de la dona li va semblar que els seus braços portaven un tresor i, que els seus sentits es desvetllaven com d’un llarg son i un sentiment de dolçor i feblesa li omplia el cor. En Barrat agafant amb molta cura per la mà a la dona, va començar a pujar la muntanya cap a la cova. En Faneca abans de partir li va donar a la dona una bossa amb pa, uns llumins i una ampolla de vi i una manta.

Al arribar a la cove, en Barrat no estava segur de la reacció de l’Estel, però a ella li va semblar bé. Aleshores, ell li va tallar llenya i li va preparar una màrfega per poder jeure. Al partir, la dona li va preguntar quan tornaria. Ell li va dir que aquella nit per portar-li més queviures. Quan anava a marxar la dona el va abraçar i al va besar al mateix temps que li deia; mai oblidaré el que as fet per mi, sempre tindré pendent un deute amb tu.

Al llagut va arribar al poble. Les barques s’estaven preparant per sortir-los a buscar, doncs creien que la tempesta els havia perdut. En Faneca, abans d’arribar es va posar d’acord amb el Miquel i el Barrat, per contar una historia molt diferent. Explicarien, que el temporal els hi havia agafat a un lloc totalment oposat del que realment van succeí els fets.

Aquell vespre, una ombra es va fe fonedissa entre els carrers del poble, encarant el camí de la muntanya. Abans de sortir el sol el Barrat tornava a entrar al poble sense vist.

Els Marron van anar al poble tractant de trobar a la fugitiva. i els seus raptors, però no van treure res en clar. Van amenaçar que, matarien quan els trobessin als que havien segrestat a l’Estel.

Al cap d’uns dies en Barrat va dir al seus amics que l’Estel havia desaparegut i que l’havia buscat per els voltants sense cap resultat. Ell estava tant trasbalsat per aquest fet, doncs aquella dona li agradava, que havia decidit posar terra per el mig per oblidar-la. Així, que havia trobat plaça de mariner en un vaixell, que sortia cap a Cuba en un parell de dies.

Van passar prop de deu anys. Molts pescadors catalans, a mitjans del segle XIX, varen tenir que prendre els seus llaguts, i anar cap altres terres degut als pocs peixos que hi havia a les seves costes, i que no els permetia poder practicar la pesca d’arrossegament amb l’anomenat art del bou. Alguns d’ells van anar al sud. Aquest es el cas del nostre conegut Faneca, patró d’un llagut cobert, que estava feinejant per aquelles costes, mentre buscava un lloc per muntar una salor.

El vent bufava del sud i en Faneca anava amb la canya cenyint la costa. Aleshores, va veure un petit lloc de pescadors, de cases blanques, arrecerat dels vents i va decidir acostar-se. Va dir en el Blai i en Sebastià que afluixessin les veles perquè volia atracar, ja que podia ser un bon lloc per muntar una salor, doncs, estava segur que trobarien moltes dones que de bon grat voldrien treballar-hi.

Al baixar a terra havien algunes dones cosint unes xarxes, mentre alguns nens jugaven a fet i amagar entre les barques. Mentre caminava cap a la taberna que havia vist al costat de la platja, va sentir cridar a un dels nens, ¡Faneca això no si val¡. El nostre amic es va girar creient que li deien a ell, quan va veure que el destinatari era un nen d’uns vuit anys amb un rinxols que li tapaven la front, molt bru i agraciat. Aquella cara tenia quelcom de conegut i alguns trets que li eren familiars. Li va preguntar en el nen si el seu pare es deia com ell. Aquest li va dir; el meu pare te un nom diferent, però aquí tothom li diu “el Catalán”. La curiositat el va empènyer a dir-li; Em pots portar on es el teu pare, ja que el vull conèixer. El Faneca petit el va dur cap a una casa tota blanca al final del poble. Al arribar, va apartar la xarxa que feia de cortina i va dir;¡ mirà, pare !, ja un home que et vol conèixer. Al Faneca al entrar es va trobar assegut en una cadira de balca en el Barrat i feinejant als fogons havia l’Estel. Tot d’una es van reconèixer. Va haver un moment en que tots es van quedar muts, però, el Barrat tot seguit aixecant-se va abraçar al Faneca dient-li; amic meu es la sorpresa més gran i agradable que he tingut a la meva vida, no pensava mai que ens poguéssim tornar a trobar, però sigues benvingut a la nostra casa. Aleshores dirigint-se a la dona digué; ¡ mirà Estel es en Faneca!.

En Faneca va restar sorprès de l’Estel. La recordava atemorida i amb el rostre colpejat, i avui es trobava amb una dona d’una bellesa senzilla i serena, que no tenia res a veure amb la que recordava.

En Barrat a preguntes del Faneca li va començar a explicar el que havia passat; Quan us vaig dir que m’anava cap a Cuba, vaig mentir perquè no volia que d’una manera o un altre us trobéssiu en problemes per el que vaig fer. Per això amb l’Estel varem decidir que era el millor per tots nosaltres.

Al segon dia, al vespre, quan anava a la cova a portar-li menjar em va semblar que em seguia algú, no vaig fer cas i em vaig pensar que era la meva imaginació. Quan estava parlant amb ella dins de la cova, es va presentar de sobte el Marron fill amb una navalla a la mà, dient que mataria a la bagassa de l’Estel i a mi per haver-li pres la dona. Varem lluitar i mentre intentava evitar que en clavés la navalla, ella li va donar un fort cop de roc al cap, que el va matar. Aleshores, vàrem decidir enterrar-lo a la mateixa muntanya i anar a viure a un lloc on no ens pogués conèixer ningú. Es veu que els Marron sospitaven de mi.

Aquí portem quasi deu anys. Tinc una barca i ens en anem sortint.
Som pares de tres fills, a un ja el coneixes. Li varem posar el teu nom, com a record del amic que ens va ajudar en aquells difícils moments.

Al acabar la narració L’Estel va apropar-se al seu marit i l’agafa per la cintura i el besa. En Faneca va envejar la sort del Barrat

Abril 2009
Joan Manuel Rius