diumenge, 24 de maig del 2009

20 PALABRAS

Te voy a regalar 20 palabras y con ellas me haces un cuento.
Las tengo guardadas en una caja llena de polvo y tiempo,
las fui recogiendo con los años
y las he guardado bajo llave,
para que nadie las manche.
Abre la caja y escucha
Porque están deseando ver cómo suenan:


Es de noche y el mundo está quieto.
El desierto que lo había cautivado, ahora le tiene atrapado en medio de la nada.
¡Tenía tantas ganas de verlo!, como aquéllos que no han visto nunca el mar.
Cuando lo tuvo delante, su vista se perdió por aquel mar de arena y formas caprichosas. Fue entonces, cuando se hizo la promesa de atravesarlo, aunque le costara la vida y cubierto por un turbante para protegerse del viento, empezó su viaje.
Ahora todo está quieto, no se oye nada y su mano busca una bolsa de cuero atada por dentro de su camisa, donde lleva lo más preciado para él- unas piedras de valor incalculable, que le permiten recorrer el mundo a su antojo.- Su cantimplora y unos cuantos trozos de carne seca, componen el resto de su hatillo.
Durante el día, la arena le ha acompañado en todos sus movimientos y sus pisadas han marcando huecos oscuros, que el viento habrá borrado. Ya nunca podrá volver por el mismo camino y si lo hace, no será sabiéndolo.
Ahora es de noche y no hay nada, ni nadie, pero cree ver muchas cosas y entre ellas un palacio, cuyas torres caen muy deprisa, para levantarse con otras. Camina hacia allí y tiene la sensación de acercarse a un espacio prohibido, del que se lo llevarán preso y no saldrá jamás. Al pasar bajo la sombra imaginada de un árbol, cree escuchar unos gemidos y entonces, descubre los rostros de unas mujeres. Son esclavas, fugitivas de una caravana de mujeres para ser vendidas, pero ellas han roto las cadenas y el negocio. Sentadas alrededor de una gran caldera, le ofrecen té caliente.
Sigue caminando y entra en un pueblo de calles estrechas y retorcidas, si el viento sopla, él escucha aullidos, que transforma en perros invisibles para espantar a los que no son invitados.
Se sienta, hoy ha caminado mucho, ha llegado hasta un vergel de palmeras y cascadas de agua, dónde un ángel sin alas, le ha contado historias del desierto. El agua y las palabras le han calmado su pesar.
De pronto, escucha el tintineo de un metal, desde el fondo de una calle de aquel pueblo. Se acerca y ve a unos hombres trabajando el cobre en un taller-abstraídos, golpean el tiempo con sus martillos.-
Amanece, las estrellas se han ido hace un rato y una luna más grande de lo normal, se eleva como un globo. Él se levanta y empieza a caminar. Cuando sabe que no va a ninguna parte, vuelve a encontrarse con las mujeres. Las mira a los ojos y ve en ellas, las cicatrices del miedo y su ansia de libertad. Él está a punto de llegar al otro lado del desierto, ellas han vivido en él toda la vida, nunca han conocido nada más. Mete su mano por dentro de la camisa y coge su bolsa de cuero. Siente el peso de aquellas piedras, que celosamente ha guardado todos estos años y extiende su brazo. Coloca la bolsa con cuidado, entre las dos manos de una de las mujeres y se marcha.
Ya no tiene nada a lo que aferrarse, el desierto le ha enseñado su libertad. Ellas, también encontrarán la suya.

Olga Jaumot

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