En una pequeña playa primaveral y huérfana de multitudes, observo el horizonte buscando mis veinte palabras y mis veinte mil respuestas.
Dejo que la brisa salada acaricie mi piel y la arena juegue a enterrar mis pies descalzos a cada paso que doy. Y así, me propongo a disfrutar del baile melódico de las olas en su eterno vaivén.
Podría pasar, pienso, que cada ola me obsequiara una palabra y me la dejara en la orilla, justo donde están las conchas y los caracoles de mar.
Si esto sucediera, en una playa una história, en otra un poema dependiendo del mar o quizá de la marea, pero siempre llevando consigo un mensaje embotellado de un marinero a la deriva.
Paso la tarde sentada en la orilla imaginándome novelescas aventuras de piratas y titánicas historias de amor y como por arte de magia vienen hacia mi mis veinte palabras, una a una, granito a granito, cayendo de la primera a la última igual que en un reloj de arena.
Es poético, corto y original.
ResponEliminaCreo que voy a ser uno de tus grandes fans...
ResponEliminaUn besito.